(1989)
Capítulos: "Música equivocada" y
"Cancionero rev(b)erde"
Ilustraciones de
Francisco Aliseda
Avanzan
son
reatas de ojos lujuriantes
de manos cachondas
como caprichos fálicos
Suben
procesionan las laderas de los himeneos
y se tumban al sol
pichaarriba
hermosos
centenares de capullos húmedos
felices como pájaros
que follan a las nubes vírgenes y salidas
todos los años
cuando la primavera
aún no se ha emborrachado de semen
la primera vez
Espérame a las seis
con música de Wagner
y el tablero de ajedrez.
Íbamos a jugar al ajedrez
a las seis.
Pero...
Sonaba Chopin,
había champán
y estaba la cama tan blanda...
Verte, hablarte, lanzarme a la aventura
de buscarme en tus ojos. Desearte.
Tomar tus manos y mis manos darte,
acariciar tu espalda, tu estatura
recorrer. Y besarte y respirarte:
ojos, labios, orejas, cuello, oscura
nuca. Buscar la cálida espesura
que las telas ocultan: desnudarte.
Mientras el dedo la humedad hendida
tantea, explora, frota y acaricia,
chupar la erguida cumbre de tus tetas.
Y para culminar tanta delicia,
metértela con tino y sin medida.
Esto es amor y lo demás puñetas.
Los padres le decían: cuidado con los hombres,
las monjas: guarda siempre la flor de tu pureza,
el confesor: preserva tu virtud del pecado,
guárdala para el hombre que te lleve al altar.
Así pasaron años. Siempre la misma historia:
los ataques lascivos del impaciente novio
y la tenaz defensa del sagrado bastión.
Al fin llegó la boda, la aquiescencia, el permiso,
la noche tan temible, por el largo esperar.
Rendida ya la plaza, tras el intenso asedio,
blandió al cabo el consorte la verga virguicida,
ella abrióse de piernas, sumisa y obediente.
Penetró el victorioso, se sintió traspasada
de tanto gusto nuevo, de tanto placer junto,
que gritó: padres, monjas, confesores o cielos,
¿Quién me va a devolver todo el tiempo perdido?
Mas túrbome, cariño,
con tu sola presencia.
Te veo tan hermosa,
que me pongo a temblar.
Túrbome más, cariño,
si me acercas tus labios.
Su contacto me ciega,
me deja sin aliento.
Más túrbome, cariño,
si me estrechan tus brazos.
Me pierdo por tu cuerpo,
mis sentidos se van.
Tanto amor me da miedo.
Mastúrbome, cariño.
Con pensarte me basta.
¡Qué hermosura! Primavera
erizada de gachís.
Hoy ha de ser mi primera
-se dice el chisgarabís-,
y por su sangre el anís
anima la borrachera.
Mas vanas serán su espera
y su fervorosa lanza:
él, viendo que a nadie alcanza,
guardarála para el pis;
y ellas, después de la danza,
cachondas y sin folledo,
se correrán con el dedo
como fichas de parchís.
Vivo sin vivir en mi
con el rijo tan al rojo,
que muero porque no mojo.
Decidme, serrana bella,
¿por dó podré ir a Godella?
-Salid del monte a ese raso
y seguid la senda aquella,
caballero, aunque es el caso
que me harta ya ser doncella,
y, pues que vais a Godella,
godedme a mí ya, de paso.
¿Cómo aquestas colgaduras
que me traigo entre las piernas
hace poco estaban tiernas
y ahora se me han puesto duras?
Sospecha mi parecer
que eres la culpable tú;
así que, por Belcebú,
vuélvelas a enternecer.
Volverán de tus dedos las caricias
por el mar de una piel a navegar
y otra vez sus ardientes sensaciones
un nabo exaltarán,
pero aquéllas que alzaron esta picha
e hicieron a este pijo eyacular,
aquéllas que mi piel acariciaron,
ésas no volverán.
Volverán los pezones de tus tetas
de una boca las ansias a llenar
y otra vez el rocío de una lengua
tus pechos mojará,
pero aquellas lechadas blanquecinas
cuyas gotas mirábamos temblar
y aferrarse en los pliegues del prepucio,
ésas no volverán.
Volverán los empujes de otro pene
en tu vagina orgasmos a excitar
y con tu voz caliente en sus oidos
tal vez le pidas más,
y aunque seco, vencido y desahuciado
como está el bacalao lejos del mar,
como yo te he jodido... desengañate,
jamás te joderán.
Din-don, din-don -¿Quién será?
- Soy el vecino de enfrente.
- ¡Qué horror! Y yo sin peinar.
Un momento vecino, ¡qué sofoco!
Con lo bueno que está...
- Buenos días, vecina, ¿puedes darme...
- Y ¿qué le habré de dar?
- ...tan sólo un pellizquito... de sal fina,
que se me ha terminado
y quisiera guisar.
- Pasa, pasa, vecino, penetra... en la cocina.
- Tu marido, ¿no está?
- Se pasa todo el día en la oficina,
siempre llega agotado,
de tanto trabajar.
Y yo, que estoy metida siempre en casa,
hoy no sé qué me pasa,
que me encuentro fatal..
Por un casual,
¿no quieres ver lo que tengo...
debajo del delantal?
- No llevas nada, ¡carajo!
- Llevo lo que hay que llevar.
Y tú, ¿qué carajo llevas?
- Llevo... ¡Carajo! El carajo.
- ¿Y no me lo has de enseñar?
- Te lo enseñaré, vecina.
- Ay, vecino, qué polla tan divina,
más parece gallina,
por lo hermosa...
Y te diré una cosa:
préstame un palmo de esta medicina,
que ella me sanará la calentura.
¡Oh, cómo está de dura,
la pillina!
- Vayamos a la cama,
que allí te curaré, mi hambrienta dama.
- Sí, vayamos, vecino, que me quemo.
¡Oh, guiso, que guiaste,
oh, guiso amable más que la oficina;
oh, guiso que juntaste
vecino con vecina,
unidos por su amor a la cocina!
- Vecina, qué chumino tan sabroso;
lo que se pierde el mandria de tu esposo.
- Ay, vecino querido... -¿Qué, vecina?
- Esto es un polvo y lo demás harina.
- ¿Me darás la sal fina? -Desde luego,
y nunca compres sal, porque este fuego
no se apaga en un día, y yo he de darte
muchos más pellizquitos...
- Y yo he de consolarte
todo lo que precises con mi cosa.
Hasta mañana, hermosa.
- Adiós, vecino, llévate el salero
y tráemelo mañana, que me muero.