inicio
portada

nocturnos

(1984)

Ilustraciones de
G. ANTOLÍN

 

La casa de Hermes
A Julia, casi hermana gemela de este libro. A Carmen.
José Angel Valiente

"Y déjame aún beber
la sed inagotable de la noche”

El retorno de los brujos
Manuel Gutiérrez Aragón

"EL CORAZÓN DEL BOSQUE”

El rumor de sus pasos va borrando el paisaje
vencido de profunda oscuridad altiva.
Derrama el pasajero sus ojos, ancho viaje,
infinita la búsqueda por el silencio arriba
de la fronda que duerme, cuyo estricto ramaje,
vegetal telaraña, se adensa, lo cautiva.
Y la nieve desciende amorosa y desnuda,
cubre senderos, alza, blanco sueño, la duda.

Con lentitud solemne de pájaros dormidos
el bosque se dispersa. Como una sombra en celo
crece la noche enorme de lobos y de ruidos,
de rituales lechuzas, enamorado vuelo.
Ilimitada angustia de robles perseguidos
hiere con su quietud al caminante. El suelo,
lecho fatal, se tiende y espera sigiloso
la cópula perpetua, el amor sin reposo.

El bosque se disgrega en acordes alados.
Tañe cítaras puras el aire, fresca risa
de la noche que alarga sus brazos encantados
y conduce a su huésped con suavidad de brisa
a lo oscuro, al misterio de los mejor amados,
lúbrica entrega húmeda, demorada, precisa.
Viajero, ya la noche oculta entre sus galas
tu corazón errante como rosa con alas.

Clamor del peregrino que estremece el invierno
abre, rompe, atraviesa el silencio compacto;
es la llamada última a la cita, al eterno
abrazo prometido, definitivo, exacto,
que leyendas y magos anunciaran; infierno,
anhelado lugar, único, bello, intacto.
Incesantes galopes de gritos y guadañas
cruzan el bosque, tiemblan, heridas, sus entrañas.

La luna surge, helada, a través de lo espeso.
Sonoridad de ríos creciendo por las venas,
el hombre ya adivina su imposible regreso
hacia ningún lugar -como tercas cadenas
las estrellas se juntan, implacable su beso,
ásperas como llamas sus miradas obscenas-
y se entrega al poder enardecido y ciego
que lo cubre de cálido, dulce, mortal sosiego.

Ya nadie permanece, sólo la oscura dama
lánguida y exquisita. Sin ninguna clemencia,
la noche ha devorado sus ofrendas, la ama
el bosque con el ímpetu de toda su potencia,
encendido y feroz, se extiende, ríe, brama.
Sería sacrilegio toda humana presencia.
Ella, triste y distante, se deja amar y llora.
Se acerca inexorable su final. Es la hora.

En los brazos del bosque la niña fría mece
su cuerpo frágil, leve tañido de campana,
cuya luz acrecienta la blancura. Amanece.
Sutiles transparencias expande la mañana
por encima del aire. Y ya desaparece
la noche consumiéndose a sí misma, lejana,
en suicidio voraz que todo lo redime.
Con los ojos abiertos, sueña el bosque que gime.

Werner Herzog

"CORAZÓN DE CRISTAL"

A Miguel Casado

Crecen
del corazón del fuego sombras
y en torno de la hoguera
se congrega la noche, espiritual y fría,
con todos sus deseos revoloteando
como aves destinadas
a proferir eternamente gritos
de búsqueda insaciable.
La aldea
duerme,
apunta el campanario
al infinito pozo invertido de la altura.
Y por el bosque nadie
vendrá esta noche,
porque la soledad condena a quien la ama
a su amor sin remedio.
La aldea secuestrada,
dormida, se reclina
sobre la línea intensamente muda
del horizonte,
sueña
que la asedian amantes venidos de muy lejos,
caballeros en mulas, con traje de domingo;
quizás sueña un recuerdo remoto y deseado
o recuerda, sin fin , desesperadamente,
el sueño de otras noches y otras noches.
El alba
no llegará jamás, lo canta el búho
encima de la iglesia donde reza la luna en plenilunio siempre.
El fuego de cristal se yergue inmóvil,
derrama sus escalas el agua del arroyo;
mariposas y gritos acribillan la noche,
eterna y circular como la muerte.

NOCTURNOS DE LA CIUDAD

I

A Olvido García Valdés

La ciudad desparrama sus ojos violentos,
ruedan sus arrabales los bordes de la luna.
La ciudad se dispersa por todas las orillas,
distribuye pedazos de su cuerpo, diluye
su presencia en el fuego de las pérfidas fuentes
que brotan de los sones de negros o borrachos
o putas matutinas hurgándole los pechos
erizados de torres, de nubes, de cadenas,
de silencios oblicuos que ascienden torvamente
por las enredaderas cálidas, amorosas
como vino de flores, como canción de de viñas.
Evidencia de espumas alborozando patios,
enmarañando tibios azules entreabiertos,
y el goce que, disperso, renuévase a la hora
en que se desvanecen las hojas de las puertas
y el demonio ladino penetra por los sueños
y promete cascadas y luces y promete
a quienes lo adoraren su premio: la ciudad.

II

Aníbal Núñez

“Póstumo paseante por la ciudad ajena”

La sombra se derrumba sobre las calles
y la ciudad se encoge, se estrechan
avenidas y plazas.
Murciélagos y nubes dibujan contra el cielo
signos indescifrables.
Flotan flecos de muerte
por entre las rendijas del espacio.
La ciudad se reduce, se disuelve en la niebla.
Todo duerme. Mansamente cae
oscura lluvia de palomas
( tal vez asesinadas).
Sólo la luz difícil del neón o el semáforo
ilumina el vacío.
La ciudad ya no está, su hueco inmóvil
lo ocupa un sueño fantasmal y triste.
Todo es noche. La noche,
carcajada de eternidad.

NOCTURNO DE LA ESTACIÓN

A Paco Aliseda

La noche se ha parado en una vía muerta.
Tus ojos buscan ojos, espejos donde hallarse,
lechos donde abrazarse con una sombra amarga.
Tus pasos se dispersan por todos los andenes
y por entre tus muslos transitan maquinistas,
expresos ateridos cargados de silencio.
Dicen adiós tus manos apresadas de niebla
a inevitables pasajeros tristes
que ríen de dolor, a pesadillas
que viajan sin billetes y sin horario fijo.
La noche no se mueve, pese al reloj que anuncia
la próxima llegada, la inmediata salida
de trenes que no vienen ni van, de imaginarios
trenes en los que huyes hacia ninguna parte.

Mujeres de días lluviosos
Celso Emilio Ferreiro

"LONGA NOITE DE PEDRA"

A Luis y Merche

La noche alcanza ahora su momento más íntimo,
momento ilimitado en que el fluir del tiempo se remansa,
se detienen los ríos y las nubes,
los relojes y los corazones. Los sueños
permanecen idénticos, constantes.
Es ahora
cuando se animan plazas, mausoleos, jardines.
De sus altas estancias, pedestales o nichos,
descienden las estatuas.
Poetas y monarcas, próceres y guerreros
se entregan con fruición a sus actividades favoritas.
Ecuestres adalides galopan sin descanso, persiguiendo quién sabe si su sombra;
altos héroes bélicos blanden espadas pétreas,
los bronces y los mármoles acicalan sus tensas superficies.
El orador insigne predica en el desierto,
el banquero trasiega monedas a su caja,
escritores de seductora pluma
aman a emperatrices orgullosas, lejanas, en lindos madrigales.
Bustos abandonados en rincones oscuros trepan a monumentos de las plazas mayores.
Y la orgía concluye cuando de nuevo el tiempo
arranca y echa a andar su cíclico camino.
Cada estatua regresa a su lugar y nada
parece sospechoso.
(Pocas veces sucede que alguna se confunde
y luego los periódicos, irritados, comentan
que gamberros carentes de respeto
por el honor, la gloria, los méritos innúmeros,
alteraron la sabia, la precisa
disposición que a tales otrora se asignara.)
Por esta vez, el riesgo ha sido conjurado.
Pero existe, sin fin, la terrible amenaza. Alguna noche
se quedará de piedra, rígida para siempre,
y las estatuas reinarán
en eterna venganza del tiempo y de sus oficiantes
que quisieron fijarlas, condenarlas,
a la contemplación de su destino inmóvil.

NOCTURNO DE LA BRUJA

Bruja de terciopelo y de lunas antiguas,
ya tus ojos de sal, mares cautivos,
se van haciendo grandes de cerveza y de noche,
y tú eres una ola dulcísima que mi boca pronuncia lentamente,
lentitud con que entrego mi sed a tus voraces
besos enardecidos. Bébeme sin cesar,
bebe todos los jugos de mi cuerpo,
bruja de labios suaves y corazón en llamas.
Regalaré mis ojos a los tuyos, espejo que refleja
la perfección sin límites
donde nada veré que no seas tú misma
-derrotado el paisaje por tu total presencia-.
Déjame descender por el pozo infinito de tu voz transparente que me rapta.
Enséñame a volar en tu escoba de sueños.
Transpórtame a tu éxtasis, arrástrame a tu gruta de hogueras y de mentas
y devórame allí con amor riguroso,
como una madre buena devoraría al hijo más amado,
bruja de manos grandes y corazón con alas.
Envuélveme en tus muslos de seda sigilosa.
Sacrifícame al fuego sagrado de tu vientre,
al demonio feroz que viaja por tus sangres.
Hazme gritar hasta perder el tino,
bruja de pechos dulces y corazón azul.
Entrégame a la noche definitiva y alta.
Condúceme hasta el borde final de la memoria,
donde pueda olvidar
que hay un amanecer siempre al acecho.

Luna llena 3:00 A.M.

NOCTURNOS DEL AMOR

I

Mágica historia era la nuestra. Nunca
nos vimos. Pero las mismas calles nos amaron,
nos hirieron las mismas noches y los mismos cuchillos
besaban nuestra piel tibiamente entregada
a la caricia eterna de la muerte. Nunca nos vimos.
Pero algún oscuro tiempo nos ha sido dado
en común. Tiempo que nos aleja y permanece uniéndonos.
Y ya nos conocemos sin remedio.
Tal vez incluso nos amamos tanto
como pueden amarse
las lluvias y los parques,
las luces y los ojos quelas miran.

II

Mortal necesidad de tu cuerpo en la sombra
se crea, emerge, trepa
mi cuerpo enarbolado.
Qué deseo me asedia
en esta oscura noche de susurros y velos.
Y salgo de mi casa
y traspongo los límites del aire que me oculta
y me sumerjo entero en la distancia
que vela desvelada
al paso de mis pasos sin sosiego.
Qué importa que me noten,
si ya no puedo contener la llama
del ansia.
Sed de ti por todas partes
y sólo sed de ti que me consume.
En esta noche oscura
se impone tu evidencia a mis sentidos
que te buscan a tientas por las calles,
que te gritan el nombre por los cuatro costados
de la espera,
hasta que las ventanas me exigen el silencio,
me amenazan esquinas, serenos y borrachos,
me persiguen rameras, sodomitas y guardias,
piden el santo y seña, hacen preguntas,
y nada les contesto: huir secretamente
es lo mejor. Qué importa, si al fin he de encontrarte.

San Juan de la Cruz

"¡Oh dichosa ventura!”

si no fuera
esta sed que me toma,
la sola sed de ti que me consume.

III

(nocturno del amor celebrado en el interior de un Picasso)

Cruje la noche en el cristal. El frío
se presiente con súbita y oscura
afirmación del agua. La llanura
del lecho aguarda. Suavidad de río,
tu cuerpo se difunde. Desafío
de mi mano que busca y apresura
el júbilo voraz de tu cintura
-tú ya mar, yo zozobra de navío-.
Dentro de ti, mi vista transfigura
la estancia en luz enamorada y rubia.
Todo sonido cesa y se levanta
a forma. ¡Qué delirio de hermosura!
Sobre el silencio, el ritmo de la lluvia,

Rafael Alberti

“rosa, azul, amarillo, verde, canta”.

IV

Fueron dos y se amaban.
Las latas de cerveza, las bolsas de basura
eran jardín cuando sus pechos tiernos
despertaban la sangre más profunda y dormida
y cuando se besaban indefinidamente
derrotando a las horas y a las humillaciones.
Nada de lo que existe les perteneció nunca
pero se amaron mucho,
más en el poco tiempo que les fue concedido
que cuanto aman las gentes de vidas prolongadas
y amor en breves dosis.
Y murieron así, de perfil incesante
y mutuo,
amándose en el frío de una noche furiosa.
No importa si la causa fue el cuchillo o la bala,
el hambre, la heroína, la intemperie
o el deseo común de jamás separarse.

José Asunción Silva

“Y eran una sola sombra larga”

NOCTURNOS PARA TRÍO

I

Ella bebe las horas como vasos de vino,
como urgentes deseos respirados.
Construye borracheras con ardua lentitud
y ofrece abiertamente sus pechos a la noche,
piel cedida al mordisco amoroso y mortal de las heladas.
Turbulencia de sangres y preguntas,
el frenesí de su melena, amiga de la lluvia,
cascada o unánime aguacero de sus sueños.

dibujo Nocturnos para trío II

II

Ella teme la luz. Sale de noche,
bebe como si fuera ya mañana,
me saluda, me besa, me mira
con ansia desmedida, me despoja
de mí,
me mete en sus bolsillos, huye,
cuando sale la luna, por calles infrecuentes.
Y nada recordamos cuando el amanecer
nos sorprende desnudos y nos ama.

III

Ella busca la piel nocturna en que perderse
y te elige, quién sabe por qué extraños
motivos o misterioso azar.
Tú dejas que te abisme en tibias cavidades
donde te ofrenda vino, carcajadas y humos multiformes.
Y cuando te adormeces te conduce
por las calles más íntimas
y os amáis contra el frío pálido y excitante de la noche.

dibujo Nocturnos para trío III

IV

Ningún paisaje como su cintura
donde inventas incendios y deseos
y una mano perversa desvela las incógnitas del hilo,
penetra, abusa, toca, estremece su piel
que se va haciendo dulce, acogedora, tibia,
más suave cada vez. Y su silencio
deja desnudo el aposento. Quietud.
Todo reposa,
excepto tú, que avanzas, que conquistas
su entrega demorada a la presencia múltiple del tacto.

dibujo Nocturnos para trío V

V

Ella se va de ti con los brazos heridos
como se iría el mar si dejara la playa.
Ella se va de ti, y al irse se sumerge
en millares de noches opacas, casi sólidas;
su cuerpo va licuándose en jirones de luz
como si una tormenta silenciosa
traspasase los ojos crueles de la brisa.
Ella se va de ti y se lleva en sus dedos
residuos de tu tacto que hierven, que corroen
la piel, la sangre, el verso, la memoria.
La noche multiplica las ansias de sus ojos
y devora su imagen fatalmente.
Ella se va de ti y yéndose se extingue.
Ninguna pena es tanta como volverse otro.

VI

Ella se va. La noche sale al paso
de su cuerpo. La lluvia la posee
con húmedo deseo. Con premeditación. Y lentamente
desciende a los infiernos, al profundo,
inmenso abrazo enternecido de la tierra mojada.

NOCTURNO DE LA SOLEDAD

La noche te cercaba y buscabas el agua o la luz
estremecidamente. Bebías, abrevabas amor o luna o vino
de rosados pezones incendiarios que llenaban
el silencio dormido de tus labios abiertos. La soledad
acercaba a los tuyos sus ojos, laberintos terribles
donde sólo las cosas presencian tu presencia. Y huías
por el espejo adentro, en desolada búsqueda
del amanecer o de la nada oscura y celestial.
Y no hubo movimiento. Todo
permaneció callado.
La noche se cerró de pronto, y ya volver se convirtió en hazaña.

dibujo final

FINAL

Manantial de sirenas es la noche.

Angel González

"Ilusos los Ulises"

que amarrados esperan en sus naves
la llegada del sol o la presencia
de horizontes o albas.
Porque Ítaca no existe
y es locura
seguir un viaje eterno y sin destino
y renunciar a todo lo bello que la noche promete.

dibujo puerta